América Latina pone en juego la salud de las democracias


La región está viviendo horas difíciles. En la mayor parte de los países sudamericanos se están viviendo crisis sociales y políticas como hacía mucho no se veían. Los países tienen sus propias características y es difícil comparar realidades que en cada nación son distintas, con acerbos culturales y étnicos particulares, desarrollos económicos diferenciados y experiencias políticas disimiles.

 

ero igualmente cierto es que la región ha experimentado a lo largo de su historia procesos similares por oleadas: volviendo la mirada hacia atrás algunas décadas vemos que todos sufrieron en la misma época dictaduras sangrientas, recuperaron la democracia y la libertad, vivieron el avance del neoliberalismo en los noventa y su fin con el surgimiento de los nuevos gobiernos progresistas más o menos siempre de manera simultánea. En los últimos años, el proceso que vivimos llevó al poder a Gobiernos conservadores que optaron por el ajuste estructural como camino frente a una sociedad que nunca aprobó mayoritariamente esas políticas económicas que empeoraban su calidad de vida.

En este momento los gobiernos y las sociedades latinoamericanas están crujiendo. En muchos países avanzan oleadas de protestas sociales sin precedentes de cientos de miles de hombres y mujeres que reclaman menos presión sobre sus bolsillos, mejores condiciones de trabajo, mayores derechos o la posibilidad de pensar un futuro distinto para sus hijos. Son millones que en regiones muy lejanas levantan fundamentalmente la bandera de la dignidad para sus vidas sin resignarse a lo establecido.

Bolivia probablemente sea la situación más dolorosa que nos ha tocado ver ya que sufrió un Golpe de Estado tan clásico como repudiable, como aquellos que vimos tantas veces durante el siglo XX en nuestro país y en América Latina, y que ha vuelto a utilizar métodos que creíamos desterrados: la persecución, la violencia, los secuestros y el amedrentamiento. Es un golpe de Estado, con todas las letras, aunque la Cancillería y el presidente Macri no se hayan enterado. Por eso la mayor parte de los sectores de la política hemos repudiado lo que ha pasado. No se trata ir en contra de la soberanía de los pueblos, sino de oponerse de manera férrea a la intromisión de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad en la vida pública. La democracia se sustenta en principios y valores imprescriptibles, por ejemplo, entre muchos otros, en que las Fuerzas que portan armas no tienen que entrometerse en la vida política, ni reprimir salvajemente a su población haciendo que todos los días contemos nuevos muertos.

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